Han pasado más de 40 años, pero esta mi memoria que cada vez juega más al escondite, me devuelve, como si delante le tuviera, a aquel Silvio Rodríguez que, hoy me entero, acaba de cumplir los 75 años. Fue un 31 de agosto de 1980 en el Paraninfo de Filosofía B de la Complutense. Silvio y Pablo. Se fue varias veces la luz durante el concierto, pero qué importaba.
Nos habían iluminado tanto sus canciones que no verles importaba poco o nada al lado de no tenerles en eso que llaman, o llamamos con escasa imaginación, la banda sonora de nuestras vidas. Yo estaba enamorado —también de ellos, aunque en diferente grado y con muy distintas intenciones— y había comprado con el esfuerzo propio del chaval de barrio que era y nunca dejaré de ser, dos entradas por si ella me acompañaba.
No vino porque no pudo o no quiso. Tampoco es que pusiera especial empeño en saber cuál de los dos verbos pesó más entonces. Demasiado miedo para confirmar que fue el segundo. Demasiado para asumir que ya casi todas las conjugaciones son en pretérito frente a un futuro imperfecto.
Acaso soñaba, no con serpientes como Silvio, sino con que, de estar juntos, su mano se desvanecería y rozaría la mía, aunque por casualidad fuera. Ojalá. Nunca mejor dicho. Luego, cuando la vida nos marcó con tiza distintos caminos, coincidimos en otro de sus conciertos, pero ya era tarde para que esas líneas convergieran en un punto.
Ella ya no me recordaba entonces las calles de la Habana Vieja, pero cuando, afortunado de mi, pude estar junto a esa catedral sumergida en su baño de tejas, acaso fui más consciente de que Silvio no solo me dio una canción. Me regaló algunos de los momentos más inolvidables de estos ratos sumados que llaman existencia.
Hasta una vez me enamoré de una mujer a quien no llegué a conocer, así es uno, y también él revoloteaba sobre esos apuntes de amor que se quedaron en un doloroso borrador. Crees que aquellas ilusiones darían para una bella canción de Silvio y, al final, pones la radio y sale Melendi. Lo que viene a ser, mismamente, la puta vida.
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