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Confiemos en la conciencia... o no


Con el paso de los años, que para algo ha de servir además de para la alopecia y la lorza, uno ha llegado a la conclusión que el atufamiento doctrinario acaba por tornarse en contraproducente. Si ya lo era antes, qué decir en esta época de escaparatismo absoluto gracias, o por culpa, de las redes sociales.


Con motivo del ‘cara a cara’ entre Sánchez y Feijóo, o ‘mucha cara’ a ‘cara’ en muchos pasajes, la invasión de datos ha sido tal que, cautiva y desarmada, servidora no ha tenido más remedio que irse al chiringuito playero a evadirse de tanta, y baldía, iracundia e intensidad. Resulta hasta conmovedor el esfuerzo por acumular cifras, elaborar presentaciones en power point o en power ranger, currarse memes o lanzar soflamas para desenmascarar las patrañas estadísticas del aspirante a Moncloa que, por cierto, era el candidato del PP, aunque no lo pareciese.


¿De verdad que alguien cree que les importa algo sus falsedades a quienes le van a votar? Veo más probable que se echen unas risas proporcionales al cabreo mayúsculo, y justificado, de los disidentes políticos de sus proclamas.


El único consuelo, al menos el mío, es que la trascendencia de los debates es, estructuralmente, limitada y la única esperanza, débil, cierto es, se llama conciencia ciudadana.

El único consuelo, al menos el mío, es que la trascendencia de los debates es, estructuralmente, limitada y la única esperanza, débil, cierto es, se llama conciencia ciudadana.


Si alguien te tiene que convencer de que una sociedad es mejor y más próspera si se construye desde la inclusión y los derechos de todos, mal vamos. Si tienes que esperar a ver quién gana el pulso entre dos políticos para decantarte por el futuro o por retornar a lo peor del pasado de un país que tiene donde elegir, el problema es tuyo y de nadie más.


Si respaldas a quienes niegan una violencia machista con más de 600 asesinadas en los últimos doce años, los que lleva ETA felizmente desaparecida, y crees que el problema sigue siendo la ex banda terrorista, allá tú, aunque lo paguemos todos. Esclavitudes de esta democracia que amenaza con llevar al poder a quienes se defecan en ella todos los días.

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